jueves, 12 de noviembre de 2009

1864. Esclavos chinos en Cuba.




La Historia suele verse como un conjunto de datos. Fechas y cifras. Tal día se celebró una batalla que ganó uno de los bandos. Murieron tantas personas y se gastaron equis barriles de pólvora. Eso nos lleva a considerar a las personas como parte de una cantidad y nos permite abstraernos de una realidad por lo general dramática que afectó a individuos concretos, con nombre y apellidos y una vida por delante y otra detrás. Algunos documentos, como los que tenemos aquí nos ponen de bruces frente a una de esas personas.

Había algo mucho peor, a mediados del S. XIX, que ser un esclavo: ser un esclavo chino. Su caso es mucho menos conocido que el de los esclavos procedentes de África.  Tanto que hay quien sostiene que los africanos eran mano de obra esclava, mientras que los chinos eran trabajadores contratados. Y así era formalmente. Los chinos firmaban un contrato como el que vemos arriba, con sus dos versiones, en chino y castellano. Un documento excepcional por cuanto no es fácil verlos de estas características.

La alta demanda de esclavos disparó el precio, lo que hizo que los traficantes, siempre atentos al surgir de nuevos mercados, volvieran su mirada a China. Allí comenzó una masiva compra de esclavos destinados principalmente a EEUU (los famosos "coolies" que construyeron las vías de tren) y Cuba. A diferencia de las compras de esclavos africanos en las que se formalizaba un contrato de compra-venta, en el caso de los esclavos chinos lo que se hacía era un supuesto contrato laboral. En este caso, el contratado es Chiong-Mui, embarcado en el "Charlotte". Chiong-Mui tenía treinta años. El "contrato" que firma contiene una serie de cláuslas que nos dan idea de lo desesperado que tenía que estar el pobre hombre para ponerse a las órdenes del malnacido Domingo de Aldama, que era el agente que lo contrató. El tal Domingo de Aldama era un poderoso terrateniente vasco, propietario del opulento Palacio de Aldama en La Habana. Veamos a qué se comprometía Chiong-Mui:

El contrato tenía una duración de ocho años, durante los cuales podría ser transferido a cualquier patrón sin conocimiento del contratado. Las jornadas serían de 12 horas, seis días a la semana, aunque el trabajador debía ocupar más horas diarias así como su jornada de descanso en labores de servicio doméstico si era requerido para ello. Chiong-Mui tenía derecho a ropa, comida, atención médica y un sueldo de cuatro pesos al mes, una miseria. Durante los primeros meses se le descontaría un peso al mes para pagar los gastos del viaje, que corrían por cuenta del trabajador. Chiong-Mui también firma que:

"Bajo ningún concepto podré, durante los ocho años de mi compromiso, negar mis servicios á la persona á quien se traspase este Contrato, ni evadirme de su poder, ni siquiera intentarlo por causa alguna (...)"

Al finalizar los ocho años, el pobre Chiong-Mui tenía sesenta días para encontrar otro trabajo en la isla, o de lo contrario, volver por su cuenta a China. Pero lo más sangrante es lo que viene a continuación:

"DECLARO también que me conformo con el salario estipulado, aunque sé y me consta ser mucho mayor el que ganan otros jornaleros libres y los esclavos en la Ysla de Cuba (...)"

El contrato está fechado en Macao, a 28 de noviembre de 1864.

Descendientes de aquellos esclavos chinos, puede que incluso de nuestro Chiong-Mui, que admitía ser peor tratado que otros esclavos, viven hoy todavía en el pintoresco Barrio Chino de La Habana. ¿Alguien conoce o recuerda que alguno de ellos haya pertenecido a la clase dirigente de Cuba? Pues eso, que es de temer que durante el último siglo y medio hayan sido tratados como lo eran en 1864.

Hemos de hacer una advertencia: la copia en chino del contrato puede que no haya sido colocada en su posición correcta. Hay un 50% de posibilidades de que esté boca abajo. Yo la pongo así porque hay algunos signos que parecen casitas y las he puesto con el techo hacia arriba. Me temo que no sea ese el criterio que se haya de seguir. Si está al revés, puedes voltear la pantalla.

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