domingo, 10 de enero de 2016

Eladio Vaz, el poeta perdido



Cuando las tropas franquistas entraron en Toledo, Eladio Vaz Gallego (Compostela, 1894) era director de la prisión en la que la República internaba a los presos políticos. Su destino era ser fusilado. El motivo por el que salvó la vida tiene algo de milagroso: los propios presos enviaron una carta a Franco pidiendo clemencia para quien fuera su carcelero. Se trata de un extrañísimo documento, hoy en poder de su familia, firmado por un centenar de internos ya liberados en el que se dice que Vaz Gallego siempre los había tratado con dignidad y respeto, que había hecho todo lo posible para mejorar las condiciones de los reclusos y que en ocasiones lo había hecho “con gran riesgo de su vida”.

Un buen día, unos milicianos republicanos entraron en la cárcel con intención de llevarse a unos presos para matarlos. Eladio Vaz les dijo: “Sin una orden judicial nadie sale de aquí, y si ustedes mantienen su empeño, cojo un fusil y defiendo a tiros a mis presos”. Quizá la cosa no pasó de ahí aquel día por su amistad con Azaña, pero el caso es que nunca nadie lo intentó de nuevo.

Intrigado por aquella carta, Franco hizo llamar a Vaz Gallego y le puso España a sus pies. “¿Qué quiere usted, señor Vaz?”. Él le dijo que no quería nada, que él era funcionario de prisiones y que lo único que esperaba era recuperar su trabajo y volver a Galicia con su esposa, Conchi. Le concedió ambas cosas.

Galleguista y poeta, el 6 de julio del 36, pocos días antes del golpe franquista, formalizó su ingreso en el Partido Galeguista. Fue el propio Alexandre Bóveda quien cubrió a mano su nombre, su edad, 42 años y su profesión, funcionario. Y fue el nieto de Bóveda, Valentín, quien buscó y encontró el nombre de Eladio Vaz en el listado de militantes, guardado en el Arquivo Municipal de Pontevedra. Los poemas los escribió en gallego y castellano entre 1937 y 1947. La mayor parte de su producción se ha perdido. Sólo se conservan medio centenar de poemas en castellano. De todo lo que escribió en gallego, lo más querido para él, apenas quedan un par de estrofas. El resto se lo llevó un cantautor para poner música a algunos de ellos y lo perdió todo. Lamentablemente, hasta que Batallán busque esos poemas y los encuentre, hay un tesoro perdido que no sólo nos permitiría conocer buena parte de la obra de Eladio Vaz, sino cubrir un hueco excepcional en la literatura gallega. No hay mucha poesía en gallego de los años treinta y cuarenta escrita en España. De sus obras en castellano, la primera de ellas es ‘Himno a Galicia’:

“Quisiera verte, Galicia,
libre de inmensas tutelas,
libre, desplegar tus velas
en el mar que te acaricia”.

Su hija, Carmen Vaz, dice que no hablaba en casa de la guerra. Sufrió la guerra y la odió. Su opinión la conoció la familia leyendo otra de sus obras, escrita en 1937, que describe cómo entendía él la sinrazón del conflicto:

“En la guerra está el artista,
en la guerra el forjador,
en la guerra el ebanista,
en la guerra el labrador,
también el malabarista
que hace de enterrador.

La tierra en sangre empapada,
de la juventud en flor,
la vida depauperada
de miseria y de dolor;
más fruto daría, regada
no con sangre, con sudor”.

Eladio Vaz murió en Pontevedra el 2 de diciembre de 1957, con 63 años. Visitaba a su hija y a su yerno, el médico Miguel Domínguez, fundador del Hospital Domínguez. Paseaba con su nieto Rafael cuando una cornisa se desprendió de un edificio y le cayó encima. Murió en el acto. Sobrevivió a la guerra, a las milicias de su propio bando, al fusilamiento por Franco, al odio que vivió a su alrededor y a los primeros años de la dictadura, que mantuvo siempre viva su ficha como rojo. Y lo mató una cornisa. Su nieto se salvó de milagro.

Eladio Vaz Gallego es un personaje, otro, que merece un estudio profundo. La memoria de un pueblo se mantiene rescatando a quienes lo amaron. Sería una gran noticia la recuperación de su obra en gallego. Mientras tanto, apenas nos queda esta hermosura:

Aló no Ceo prantado
ós pés do Noso Señor,
choroso i acongoxado
dixo-llel avergonzado:
Señor, Galicia é millor.

Millor co Ceo da Groria
xa sei que non pode ser,
pero Señor, fai memoria.
Si fixeses ti outra Groria,
tiña en Galicia que ser.

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